Miami y Cuba: Un espejo imperfecto de las dos Coreas

En el análisis geopolítico moderno, ciertos paralelismos históricos y contemporáneos nos ofrecen marcos útiles para comprender la dinámica entre territorios cultural y étnicamente similares, pero profundamente divididos por ideologías políticas y modelos económicos. El caso de Miami y Cuba, aunque a una escala distinta y con diferencias propias del hemisferio occidental, guarda sorprendentes semejanzas con la división de la península coreana en Corea del Sur y Corea del Norte. En este artículo se explora esa analogía bajo una lupa geopolítica, económica y cultural.

Real Geopolitik

5/8/20253 min read

Un pueblo, dos visiones

Corea del Norte y Corea del Sur comparten una identidad étnica, idioma, historia ancestral y vínculos familiares que se remontan a siglos. Lo mismo ocurre entre Cuba y Miami: una ciudad que, en gran medida, es el reflejo económico y político de los cubanos que emigraron tras la revolución de 1959. Mientras que Corea del Sur se desarrolló como una economía de mercado con fuertes libertades civiles, Corea del Norte cayó bajo una dictadura estalinista con aislamiento casi total. En paralelo, Miami se ha convertido en una metrópolis vibrante con libertad económica, empresarial y de expresión, mientras que la Cuba insular sigue sometida a un modelo comunista que ha generado décadas de estancamiento y represión.

Paralelismo económico

El milagro económico surcoreano transformó al país en una de las economías más dinámicas del planeta, con exportaciones de alta tecnología, innovación y una clase media en constante expansión. En contraposición, Corea del Norte apenas logra sostener su población con recursos básicos y depende fuertemente de la ayuda externa, principalmente de China.

Miami, aunque no es un Estado, representa una realidad opuesta a la cubana. Los cubanoamericanos en Miami han creado una de las diásporas más influyentes y económicamente poderosas del continente. Empresarios, banqueros, políticos, artistas y líderes de opinión han florecido en un ambiente de libre mercado y apertura, mientras en la isla el acceso a divisas, inversiones extranjeras y libertades individuales es limitado o prácticamente nulo. Hoy, el PIB per cápita en Miami supera ampliamente al de Cuba, mostrando una desigualdad estructural nacida no de origen étnico ni cultural, sino de decisiones sistémicas en el modelo de gobierno y economía adoptado.

Geografía y control del relato

Tanto Cuba como Corea del Norte han hecho del control narrativo una herramienta esencial para su supervivencia interna. La propaganda estatal, el culto a la personalidad y la demonización del “enemigo externo” son elementos presentes en ambos sistemas. En contraposición, tanto Corea del Sur como la comunidad cubana en Miami han utilizado las plataformas abiertas —desde medios hasta redes sociales— para difundir su visión del mundo, denunciar abusos y promover modelos democráticos.

La estrategia de supervivencia: alianzas externas

Hoy, tanto La Habana como Pyongyang se enfrentan a un momento crítico. Cuba atraviesa una de sus peores crisis económicas en décadas: inflación, desabastecimiento, apagones, migración masiva y falta de divisas. Norcorea, aislada internacionalmente y bajo duras sanciones, mantiene su supervivencia a través de su alianza con China y Rusia.

Recientemente, el presidente Díaz-Canel ha reforzado lazos con Moscú y Beijing, en un intento por asegurar inversiones y apoyos financieros. El anuncio de una inversión rusa de 1,000 millones de dólares en la economía cubana refleja este viraje estratégico, y se asemeja a la dependencia norcoreana de sus aliados asiáticos. Ambos regímenes buscan alianzas para sobrevivir, pero corren el riesgo de aumentar su dependencia externa y consolidar un modelo económico fallido.

¿Un error irreversible?

El paralelismo entre Miami y Cuba con las Coreas no es absoluto, pero sí útil para observar cómo dos territorios con raíces comunes pueden tener trayectorias radicalmente distintas. En ambos casos, la libertad económica, la apertura política y la posibilidad de expresión han sido factores determinantes para el progreso.

En el caso cubano, si no hay un cambio interno profundo que libere las fuerzas productivas, atraiga inversión auténtica (no condicionada a la obediencia ideológica), y garantice libertades básicas, la isla continuará desangrándose mientras su reflejo —Miami— seguirá avanzando. La pregunta geopolítica de fondo es: ¿permitirá el liderazgo cubano que se cierre esta brecha, o estamos condenados a ver un escenario cada vez más parecido al que divide a Seúl y Pyongyang?

Conclusión

La historia aún no ha terminado de escribirse, pero los paralelismos entre estas dos realidades —las Coreas y el binomio Cuba-Miami— nos recuerdan que la ideología puede marcar la diferencia entre prosperidad y estancamiento, entre apertura y represión, entre una narrativa global compartida y un aislamiento empobrecedor.

Cuba aún está a tiempo de elegir su destino.